Adjunto al ala oeste del Palacio de Chaillot desde 1943, el Museo Marítimo Nacional, reabierto el 17 de noviembre después de cinco años de obras, ofrece en su nueva configuración una experiencia sensible del océano, que también implica el olfato. Diseñado en simbiosis con las líneas fluidas de la nueva arquitectura firmada por la agencia parisina h2o arquitectos, en asociación con los noruegos de Snøhetta, un perfume reproduce el aire del mar. Fue compuesto por Nathalie Lorson, maestra perfumista de Firmenich, a quien se le encomendó una misión casi imposible: recrear un aroma a mar que le hablara a todos.
La lucha por alcanzar este realismo universal llevó dos años. “Durante mucho tiempo dudamos entre la evocación costera –el olor de la playa– y la atmósfera de un barco navegando en el océano. Finalmente, fue el olor a mar abierto el que quedó retenido. : las olas, el aire salado, la espuma del mar”, explica Mazen Nasri, fundador y director artístico del estudio Magique que apoyó la creación de principio a fin.
Más bien acostumbrada a componer perfumes para la piel, Nathalie Lorson trabajó con los mismos estándares exigentes, combinando ingredientes naturales y cuerpos químicos para enfatizar su evocación. “Utilicé absoluto de algas de Bretaña para recordar la flora marina, a la que asocié la calone, una molécula con un olor vegetal, anisado y ligeramente acuoso, y finalmente el Ambrox. Genial, con tonos más minerales.” ella dice. El museo quiso implicar a sus futuros visitantes en el desarrollo de la firma olfativa organizando talleres en los que se pusieron a prueba las líneas de trabajo del perfumista.
Seis dispositivos integrados en el mueble
Oda a la fuerza del océano y a la energía tonificante de las olas, la fragancia Sillage de mer se difunde en las zonas de recepción gracias a seis dispositivos integrados en el mobiliario. La técnica de retención es la de la micronebulización, que transforma el perfume líquido en una nube de finas partículas, asegurando un flujo homogéneo de aire perfumado por todo el espacio.
Nada más traspasar las puertas del museo, el visitante queda repentinamente aislado del mundo exterior, totalmente sumergido en el mar, a mil leguas de tierra firme. Para prolongar la experiencia, el público puede regalarse en la librería del museo no un frasco para rociar sobre su piel sino un fragmento de mar para perfumar su interior: una cerámica acompañada de perfume en un frasco cuentagotas.
Museo Marítimo Nacional17, place du Trocadéro y 11 de noviembre, París 16ᵉ.