Cuando lo conocemos, Ben Krigler está probando un pastel que pronto estará en el menú del palacio vienés Palais Hansen Kempinski. Sin embargo, Ben Krigler no es un pastelero. Formado como arquitecto, es el heredero de la marca de perfumes Krigler. Y si se le pidió que participara en la creación de este manjar que lleva su nombre es porque su antepasado, Albert Krigler, se convirtió en una celebridad en Austria tras abrir una perfumería en este hotel, a principios del siglo XX.mi siglo. Un espacio de venta que el descendiente se esforzó en reabrir hace unos años.
La historia de la casa Krigler no comienza en Viena sino en Moscú, en el 19mi siglo. Químico nacido en Berlín, Albert Krigler se fue a Rusia para trabajar en la empresa de perfumes Rallet, entonces dirigida por Edouard Beaux, hermano mayor de Ernest, el futuro creador del famoso N° 5. “Fue precisamente Albert Krigler quien presentó a Ernest Beaux a Gabrielle Chanel”, dice el heredero con cierto orgullo.
En 1879, a punto de comprometerse, Albert no tenía los medios para ofrecer un anillo a su prometida, Charlotte; luego compuso para ella un exuberante perfume floral: Pleasure Gardenia 79. Una especie de añada, el número que aparecía en el frasco hacía referencia al año de creación de la fragancia, en el siglo pasado. El perfumista abrió una primera boutique en San Petersburgo, donde la nobleza llegaba a hacerse esencias a medida, y una segunda en Berlín, en el Hotel Victoria.
Audrey Hepburn, Rodolfo Valentino, Grace Kelly
La existencia de Albert no será más que un torbellino de viajes, fiestas y encuentros. El comediante Rodolfo Valentino lo llama el “perfumista viajero” – apodo que también le sienta bien a su tataranieto, que deambula entre Nueva York, Miami, Múnich y París. No contento con ser un perfumista de cabezas coronadas, Albert Krigler era un apasionado de las estrellas de Hollywood. Sus evocadores perfumes de ensueño y libertad hacen desmayarse a la gente del cine.
Dio en el blanco por primera vez con English Promenade 19, una oda a la Promenade des Anglais de Niza, que sedujo a Audrey Hepburn, en 1953, durante el rodaje de vacaciones romanas. “La actriz enamora por el acorde de azahar, jazmín y pomelo”, le dice a Ben Krigler, la cuarentena jovial y el flujo de metralletas. Al mismo tiempo, en marzo de 1955, Grace Kelly le confiesa a un periodista que le debe su Oscar a la mejor actriz a “su amuleto de la suerte: Château Krigler 12”. La cita es retomada por las principales revistas de la época. Publicidad asegurada más barata que un contrato con una musa.
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