Panamá y Costa Rica pusieron en marcha un nuevo plan de movilidad bajo el cual se trasladó en autobús a 1.593 migrantes que atravesaron la selva de Darién, en el extremo oriental panameño, hacia un albergue de atención temporal ubicado a pocos kilómetros después de cruzar la frontera hacia territorio costarricense.
Ambos países se encuentran actualmente abrumados por el incesante incremento de migrantes que atraviesan la peligrosa selva de Darién en su trayecto rumbo a Estados Unidos. “Esta nueva modalidad de gestión operativa busca optimizar de manera eficiente el tránsito de estos flujos de migrantes entre ambos países”, dijo la entidad.
Traslado hacia la frontera compartida
Ambos países han coordinado desde antes de la pandemia el traslado de migrantes hasta la frontera compartida. El nuevo plan también pretende combatir a las redes de tráfico de personas que operan en los puntos de llegada habituales.
La directora del Servicio Nacional de Migración (SNM), María Isabel Saravia, dijo que la ruta es una extensión del corredor humanitario que inicia en Darién y que también forma parte de las estrategias para combatir las acciones del crimen organizado.
Tres puntos de revisión
Osvaldo Ureña, jefe de Operaciones del SNM dijo que los migrantes pasan por tres puntos de revisión ubicados de forma estratégica a lo largo del trayecto sobre territorio panameño.
La mayor parte de ese flujo migratorio proviene de Venezuela y de otros países latinoamericanos como Ecuador, Colombia y Haití. Panamá y Costa Rica, cuyos presidentes se reunieron en Darién el fin de semana para abordar la crisis migratoria, han insistido en que se quedan sin recursos para atender a los migrantes y claman por ayuda internacional para encarar el enorme desafío.
Un imparable flujo de migrantes
Una abrupta crecida de los ríos a inicios de semana detuvo momentáneamente el paso de los migrantes en medio de la selva.
Pero cuando las aguas comenzaron a bajar, los grupos de extranjeros, entre ellos mujeres embarazadas y hombres con niños sobre el hombro, emergieron el miércoles por la tarde de la jungla, avanzaron con agua a la cintura por el río Tuquesa en el último tramo para llegar a una aldea indígena llamada Bajo Chiquito.
La accidentada ruta se ha vuelto cada vez más rápida y organizada de transitar por los grupos que han encontrado en la migración un negocio que mueve millones de dólares, de acuerdo con las autoridades y los propios extranjeros, y que cobran por cada cosa que se necesita para sortear la jungla. Lo que antes tomaba una semana de recorrido, ahora hay quien lo hace en dos o tres días, según los relatos de los migrantes.
Más de 2.000 personas, en su mayoría venezolanas, arribaron solo el pasado miércoles a Bajo Chiquito, la primera población que encuentran los migrantes tras cruzar la selva, y lo hicieron apenas un día después de que los ríos desbordados limitaran las llegadas a menos de 600.