¿Qué pasa si estar cerca de tus hijos no contribuye necesariamente a su felicidad? Esta es la pregunta que pueden hacerse los padres americanos al leerun gráfico compartido por el psicólogo estadounidense Jean Twenge en el sitio web de Substack. Vemos dos curvas: una mide el grado de satisfacción de los estudiantes estadounidenses de último año respecto a su relación con sus padres; el otro evalúa su nivel de satisfacción con la vida en general. De 1976 a 2012, las dos curvas evolucionaron en paralelo, acercándose incluso en la década de 2000. A partir de 2012, tomaron direcciones opuestas. Los adolescentes estadounidenses parecen cada vez más felices con la relación con sus padres, pero la curva representa su caída en la satisfacción con la vida. ¿Deberíamos leer que cuanto más mejoran las relaciones con los padres, menos felices son en general los adolescentes? ¡Qué bofetada para nosotros los padres, que creíamos que estando en sintonía con nuestros hijos los haríamos felices!
Autor de Generaciones (Atria Books, 2023, sin traducir), un libro lleno de estadísticas y gráficos, Jean Twenge se basa, para estas curvas, en datos registrados desde 1976 por investigadores de la Universidad de Michigan, que cada año enriquecen el estudio epidemiológico. Monitorear el futuro a través de cuestionarios administrados en las escuelas. Está alarmada por el aumento de los problemas de salud mental entre los jóvenes estadounidenses: las cifras de depresión entre los adolescentes se han duplicado entre 2011 y 2021, y la tasa de chicas jóvenes que ya han pensado en suicidarse nunca ha sido tan alta (una de cada tres).
La curva que muestra la satisfacción de los niños con la relación de los padres en los últimos años tiene la ventaja, según ella, de disipar la hipótesis según la cual el malestar creciente de los jóvenes está relacionado con la presión parental acumulada. Lo están haciendo mal, pero en casa las cosas van cada vez mejor: según los mismos datos, en 2018, menos de un tercio (30%) de los estudiantes de último año dijeron haber tenido al menos cinco discusiones en los últimos doce meses con sus padres. En 1986 eran casi la mitad (48%).
Menos autonomía, más smartphone
Adolescentes que ya no discuten con sus padres, ¿es realmente una buena noticia? Cuando las famosas curvas circularon por X, algunos descubrieron que, por el contrario, era un motivo de preocupación. La búsqueda de independencia de los adolescentes es una fuente de fricciones: se espera que un joven que se emancipa discuta con sus padres. ¿La ausencia de disputas sería un signo de renuncia a la independencia?
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