min septiembre de 2019, durante la inauguración de la exposición “Maharajá moderno” en el Museo de Artes Decorativas de París, el público en general quedó sorprendido al descubrir el increíble destino de Yeshwant Rao Holkar II, maharajá de Indore. Poco conocido, este príncipe de gran elegancia fue sin embargo una de las figuras de la escena cultural europea de los años 1930. Importó lo mejor del diseño de aquellos años al corazón de la India. Pero no solamente.
El maharajá de Indore se enorgullecía de poseer, entre otras piedras preciosas, dos espectaculares diamantes incoloros talla pera, con un peso de 46,95 y 46,70 quilates respectivamente. Apodadas las “peras de Indore”, estas dos piedras se montaron por primera vez en un collar fino y flexible, diseñado por el joyero francés Chaumet.
Es también esta joya la que inmortalizó el pintor Bernard Boutet de Monvel cuando, a principios de los años 30, recibió el encargo de realizar, no sin dificultades, el retrato del maharajá. “La cabeza debe estar terminada mañana, según mis deseos, así como el collar, un increíble conjunto de diamantes del tamaño de corchos de garrafa. Muy molesto pintar…”, escribió el artista a su esposa en 1931.
Reyes del bling-bling
Yeshwant Rao Holkar II no fue, sin embargo, el primer hombre que se adornó de esta manera, siendo las joyas, desde el principio de los tiempos, inseparables de la historia humana. Accesorio de la autoridad en la Antigüedad (los oficiales romanos llevaban un torques alrededor del cuello para establecer su mando), el collar rápidamente se estableció como un símbolo de poder y, por lo tanto, de distinción social. Para deslumbrar a sus súbditos, reyes y emperadores no escatimaban en piedras, como el Rey Sol, de quien el filósofo Saint-Simon decía en su momento que “grieta bajo los diamantes”.
Los retratos oficiales realizados por los pintores oficiales de la corte son entonces una oportunidad para mostrar ríos de piedras preciosas, grandes eslabones de oro o hileras de perlas para los más refinados. Unos siglos más tarde, el collar XXL se convertiría en prerrogativa de los raperos americanos, estos reyes del bling-bling dispuestos a cualquier extravagancia para mostrar su éxito viril.
Lejos de las cortes europeas y de los escenarios de conciertos, el collar ha tendido a ser discreto en el día a día en el cuello de los hombres, a menudo una simple cadena bien colocada sobre una camiseta blanca o completamente oculta bajo la ropa. Ayudando a la fluidez de géneros y modas, acabó liberándose de las ataduras para volverse un poco más preciosa, tomando prestados los códigos de la joyería y mezclando piedras, perlas y eslabones delicados o con carácter. Sobre todo, es mucho más visible, en una época en la que la transparencia y los escotes son imprescindibles en el armario masculino. Haciendo que cadenas, gargantillas y otros collares brillen en los cuellos y torsos de estos caballeros.