miEn 1947, el diseñador florentino Emilio Pucci, entonces de vacaciones en la localidad suiza de Zermatt, revolucionó el código de vestimenta vigente imaginando un anorak con capucha, acompañado de pantalones ajustados sobre los zapatos. Esquiador consumado, el joven tuvo la idea de crear este conjunto de esquí tan elegante como práctico para sus amigos aristocráticos, apasionados como él por los deportes de invierno. Todo esto tiene su efecto, incluso termina en las páginas de harper‘s bazar.
Porque tiene todos los ingredientes de una pequeña revolución: a principios de siglo, las pistas se vestían con ropa de calle, de caza, incluso de equitación, con corbatas y chaquetas de tweed para los caballeros y abrigos de piel para los las damas. En efecto, en los años 20 existía una parka sucedánea confeccionada con tela Bonneval (un tejido de lana tan cálido como impermeable), pero nada lo suficientemente elegante para una clase media alta acostumbrada a pasar sus vacaciones de invierno al aire libre, entre St. Moritz y y Gstaad.
Durante un tiempo, estética y técnica no necesariamente van de la mano. Las chaquetas de esquí de nailon, luego Gore-Tex, están reservadas a deportistas de alto nivel, que buscan combinar rendimiento y comodidad sin preocuparse demasiado por el estilo. No fue hasta la década de 1990 que la parka se hizo popular fuera de las pistas. Cuando Ralph Lauren lanzó su colección Snow Beach en 1993, diseñada para los amantes de los deportes de tabla, no esperaba que encontraría su camino en las calles de Nueva York.
Encarnación del sueño americano, el diseñador –y en particular su línea Polo, más “pop”– atrae la atención de los Lo-Life, una pandilla de jóvenes de los barrios obreros de Nueva York que se apoderan de esta pieza, cuya principal Los colores y el logo XXL seducen incluso al rapero Raekwon, miembro del Wu-Tang Clan, que lo viste en el clip del título ¿Puede todo ser tan simple? (1993).
Los sindicatos en la cima
Hoy en día, desdibujando las líneas, deslizándose entre tendencia y tecnología, los fabricantes de equipos deportivos y las figuras de la moda se unen para siempre, a veces incluso se fusionan. Pionero en este campo, el francés Jean-Charles de Castelbajac aplicó sus motivos ingenuos a parkas y otras chaquetas de esquí firmadas por Rossignol en 2002.
Moncler, referencia transalpina en cuanto a plumíferos diseñados tanto para el asfalto como para las cumbres, se une a la flor y nata de la creación internacional (el estadounidense Thom Browne, la japonesa Chitose Abe, etc.) y de la cultura pop (Alicia Keys, Pharrell Williams), recordando periódicamente sus orígenes montañeses, en este caso Grenoble.
Cuando no son las marcas de lujo las que lanzan su colección de “ropa de esquí”… Desde la tabla de snowboard de Chanel, lanzada para el invierno 2001-2002, hasta la última campaña de comunicación de Balenciaga y rodada en una playa de arena blanca como la nieve: este paso obligado, que consiste en acompañar a sus clientes allá donde van, rara vez pasa desapercibido.