luna moda masculina ha cambiado. Menos viril, más delicada, ahora tiende a tomar prestados algunos de sus grandes clásicos del armario femenino. Como la seda, que hoy más que nunca está disponible en camisas, pantalones, blusas con lazo e incluso vestidos para los hombres modernos. ¿Deberíamos atribuir esta tendencia a las estrellas del pop coreano, importadoras de una masculinidad más sutil y vectores de influencia en todo el mundo? ¿A Timothée Chalamet, especialista en fluidez estilística, que lleva tanto el top sin espalda como la camisa ligera muy abierta en el torso?
Históricamente, sin embargo, la seda no esperó a que estos nuevos ídolos se convirtieran en prerrogativa de los hombres extravagantes. Los romanos fueron los más amables, fascinados por este tejido procedente del Lejano Oriente que equivalía, según se decía, a su peso en oro. Tanto es así que bajo Tiberio, el Senado romano emitió un decreto que prohibía el uso de seda a los hombres, tanto por razones económicas… como morales. Cuenta la leyenda que el emperador temía que sus ciudadanos se convirtieran en “suave y débil” en contacto con tanto refinamiento.
Otros intelectuales de la época vieron la seda como un símbolo de decadencia, como el filósofo Séneca quien, en el Libro VII de su Beneficiosescribiendo : “Puedo ver ropa de seda, si telas que no cubren el cuerpo, ni siquiera la decencia de‘a un hombre se le puede llamar ropa…”
Prohibido, apreciado o vilipendiado
También en Europa, esta vez medieval, la seda viste a la nobleza y la aristocracia, convirtiéndose así en un símbolo de opulencia… y prestigio. Durante el Renacimiento, dicho material llegó incluso a ser real. Como lo demuestra el retrato de francisco ioh del pintor Jean Clouet (hacia 1485-1541). El soberano aparece más majestuoso que nunca y sobre todo ataviado con un suntuoso traje compuesto, entre otras cosas, por una chaqueta larga confeccionada con tiras de raso de seda blanca y un jubón de terciopelo de seda a rayas.
La cultura pop también ha aportado su cuota de hombres vestidos de seda. Ya sea Hugh Hefner, emblemático fundador de la revista Playboy, que nunca se separa de su bata de baño color burdeos. O Robert De Niro en Casino (1995, de Martin Scorsese), cuya bata de seda rosa, salpicada de motivos morados, tiene el don de hacer gritar a uno de sus colegas mafiosos, interpretado por Joe Pesci. ” Mirate ! ¡Andas por ahí como John Barrymore! ¿Un maldito vestido rosa y una maldita boquilla? “, el criminal estrangula, en referencia a una escena de la película Las invitaciones de las ocho en punto (1933), en el que el mencionado Barrymore también se pavonea en bata de baño de seda. Prohibido, valorado o vilipendiado, este material acabó abandonando la intimidad del dormitorio. Para gran placer de los creadores, que no han terminado de lucirlo.