OLo había denunciado tanto, esta democracia brasileña. Corrupto, violento, inestable, torcido, capaz de sacar a la luz figuras tan peligrosas y excéntricas como Jair Bolsonaro, se mantuvo en el poder hasta el 1oh Enero. En los últimos años, es un eufemismo decir que el gigante latinoamericano había decepcionado y preocupado, catalogado por muchos como una vulgar república bananera.
Pero el 30 de junio, la situación cambió. Jair Bolsonaro fue finalmente condenado a ocho años de inhabilitación por «abuso de poder» y “uso indebido de los medios de comunicación” después de sus ataques contra la democracia brasileña y su sistema de urnas electrónicas. A sus 68 años, el expresidente, al frente de uno de los movimientos de extrema derecha más poderosos del planeta, queda por tanto privado de las papeletas hasta 2030. Una auténtica sentencia de muerte política.
Para el capitán, los problemas legales apenas comienzan. Jair Bolsonaro está procesado en varias decenas de casos (hasta 600, según su propio partido, el Partido Liberal). Delitos medioambientales, inacción frente al Covid-19, falsificación de certificados de vacunación, corrupción, nepotismo, preparación de un golpe de Estado… El expresidente ultraderechista tiene todas las posibilidades de acabar su carrera política entre rejas.
¿Es el fin de la impunidad en Brasil, un país que ha visto a generaciones de líderes criminales escapar de la condena? Es en todo caso el deseo de los magistrados, y en particular del más importante de ellos: Alexandre de Moraes, miembro del Supremo Tribunal Federal y actual titular de la justicia electoral. Blanco privilegiado de la extrema derecha, fue la cabeza pensante de la condena de Jair Bolsonaro.
Artillería pesada contra bolsonaristas
Pero esta inelegibilidad está lejos de ser la única iniciativa tomada para contrarrestar a la extrema derecha. Investigaciones, allanamientos, censura de proyectos de ley, multas muy cuantiosas, bloqueo de cientos de cuentas en redes sociales, destitución de funcionarios públicos, penas de prisión… Desde hace cuatro años, la justicia brasileña utiliza artillería pesada contra los bolsonaristas. La operación más espectacular sigue siendo la detención expresa de más de 2.000 supuestos alborotadores, sospechosos de haber saqueado las instituciones de Brasilia, el 8 de enero.
Algunos gritaron entonces contra el abuso de poder, el autoritarismo o incluso una «dictadura de los jueces». Este fue el caso dentro de los medios estadounidenses, con varias figuras del movimiento libertario, defensores de la libertad de expresión ilimitada. Entre ellos, el jefe de Twitter Elon Musk y el periodista Glenn Greenwald. Este último llegó a acusar a Alexandre de Moraes de establecer un verdadero «régimen de censura». Para leerlo, su acción representaría una amenaza a la democracia aún más grave que la de Bolsonaro.
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