” Cielo, estoy en el paraiso/ Y mi corazón late tan fuerte que apenas puedo hablar/
Y me parece encontrar la felicidad que busco/Cuando estamos juntos bailando mejilla con mejilla. » Es con estas dulces palabras que comienza Mejilla con mejilla, inolvidable canción de jazz de la película El bailarín de arriba (1935).
Fred Astaire, más cantante que nunca, le da una serenata a Ginger Rogers, antes de llevarla a un largo número de claqué. Al ser el largometraje de Hollywood en blanco y negro, es difícil saber si las mejillas de la actriz se sonrojan naturalmente de placer ante tantos elogios así cantados. O si, como tantos otros antes que ella, simplemente hubiera cedido a la llamada del sonrojo para realzar su belleza.
En los orígenes del rubor nos encontramos con las mujeres egipcias que, ya en el año 3000 a.C., se aplicaban un poco de ocre rojo en los pómulos. Los griegos elaboran su maquillaje a partir de extractos de mora, de higo egipcio, de zarza triturada y, de nuevo, de minerales transformados en polvo. Durante siglos, se trataba más de apariencia que de salud. Cuando, a mediados del siglo XVIIImiEn el siglo XIX, las elegantes mujeres de Versalles se maquillaban, en realidad se aplicaban sobre el cutis una ignominiosa mezcla de cinabrio mineral triturado diluido en brandy.
Rojo de vergüenza
Mercurio, en definitiva, que hoy conocemos fue responsable de muchos males entre los empolvados cortesanos que rodeaban a sus majestades. El azafrán, no tóxico, habiendo sustituido a los ungüentos y otros ungüentos cuestionables, todavía tenemos que encontrar cómo conservar este polvo de belleza. Se trata de Alexandre-Napoléon Bourjois, proveedor de “buen teatro rojo” de todos los actores de París, que inventaron, en 1863, el primer polvo prensado, contenido en una pequeña caja redonda, conocido hoy en todo el mundo. Lanzado en 1912, su “sombras pastel” con nombres evocadores (Rose Ash, Mexican Red, Brown Rosette, City Rose) experimentarán el mismo éxito.
En su ensayo filosófico El animal inferior, Escrita, según la versión, en 1897 o 1905, Mark Twain escribió esta famosa frase: “El hombre es el único animal que se sonroja y tiene buenas razones para hacerlo. » Que el autor estadounidense asociara las mejillas rojas con la vergüenza no impidió, sin embargo, que, casi dos siglos después, los iconos de la moda y la música se maquillaran excesivamente.
En la década de 1980, donde todo vale, Grace Jones, Jerry Hall, Cyndi Lauper y Boy George extendieron el material desde los pómulos hasta las cejas, incluso hasta la línea del cabello. Ya sea escandaloso o más discreto, líquido, en polvo o en barra, el colorete sigue siendo el aliado de quienes buscan embellecer su día a día. Popular entre la Generación Z y TikTok, se dice que se vende uno cada ocho segundos en todo el mundo. Una cifra que es suficiente para hacerte sonrojar.