“ El metal te queda bien. Creo que lo llevas bien y eso no es así.‘Sin embargo, no es fácil porque‘es un material muy duro. Para llevarlo hay que ser muy moderno y creo que lo eres. Hay algo en ti que encaja bien con lo que yo‘gustos de la mujer: ese lado lejano, moderno, duro y a la vez romántico, que tiene gracia. » Quien hizo tal afirmación es Paco Rabanne, apodado “el metalúrgico de la moda” por su propensión a esculpir y soldar materiales para producir vestidos y minifaldas años sesenta.
Quien recibe modestamente el halago no es otra que Françoise Hardy. Corre el año 1968 y, a pesar de la aparente timidez del cantante francés, captada aquí por las cámaras ORTF, el dúo se conoce bien. Tanto es así que el modisto imaginó, ese mismo año, para el intérprete de Cómo decirte adiós El vestido más caro del mundo. Una túnica extracorta hecha de placas de metal dorado salpicadas de diamantes, tan pesada como rígida, que sin embargo le da un aspecto loco.
Eso es lo que le gusta a Rabanne “entrenar mujeres”, como él mismo lo cuenta en muchas entrevistas. No para encarcelarlos, no, sino para darles la oportunidad de emanciparse y resistir los ataques del mundo exterior… “Con el tiempo, las mujeres se volvieron luchadoras, así que las vestí con‘armadura, explicó en Antenne 2 en 1976. Con estas armaduras, intentan independizarse de los‘hombre. »
Bolas facetadas
En estos trajes, que pertenecen tanto al pasado como al futuro, las mujeres son auténticas amazonas, encarnadas en el cine por la inolvidable Jane Fonda. Bárbara (1968), también vestida por Paco Rabanne. Más recientemente, fue la estadounidense Zendaya quien se puso en la piel de una guerrera futurista tomando prestado, durante el estreno en Londres de la segunda parte de Duna, el traje de robot presentado durante el desfile de alta costura otoño-invierno 1995-1996 de Thierry Mugler.
Durante los años 70, las mujeres emancipadas cambiaron sus armaduras por vestidos fluidos con reflejos metálicos del extravagante diseñador estadounidense Halston, que lucieron en la pasarela del Studio 54 de Nueva York. La hora es reinas del baile, ABBA es un éxito y, en Fiebre de sábado por la noche (1977), vestidos y blusas de lúrex enhebrados con hilos de cobre o hierro brillan bajo las bolas de espejos.
Si las luces de estos clubes acabaron apagándose, el metal mantuvo su espíritu festivo, iluminando los vestuarios invernales y otras celebraciones de fin de año. Gracias a las tendencias del verano, aquí sale a la luz del día, en pequeños toques (borlas, bordados, lentejuelas) o en total look.





