qCuando, en el verano de 1779, María Antonieta, recién regresada de los sofás, se presentó ante sus súbditos vestida con un vaporoso traje de casa, toda la corte estalló en llamas. Hay que decir que están de moda los baños ricamente decorados, que hasta ahora ha impuesto la reina, conocida por ser frívola y derrochadora. Sin embargo, libre de estos pesados adornos, a la austriaca le gusta pasear por el corazón de la finca Petit Trianon, su remanso de paz rural en Versalles.
“Vivir especialmente lejos de la pompa monárquica, escapar de la tiranía de la etiqueta, abandonar los suntuosos pero engorrosos hábitos cortesanos por “un vestido de percal blanco, un pañuelo, un sombrero de paja” hace feliz a María -Antoinette”, cuenta el historiador Jean-François Solnon en La corte de Francia (Fayard, 1987).
Dicho vestido de percal blanco es en realidad un vestido llamado “gaulle”, diseñado por Rose Bertin, su ministra de moda. Con un camisón similar, que dejaba al descubierto el pecho y apenas ceñía la cintura, la reina de Francia fue inmortalizada en 1783 por la retratista Elisabeth Vigée Le Brun.
Courtney Love y Madonna
Aunque María Antonieta lo lució atrevidamente, el vestido interior permaneció confinado al dormitorio durante mucho tiempo. A mediados del siglo XXmi siglo, llega justo por encima de las rodillas, viene en nailon sin arrugas, se llama camisón, pero aún así no se levanta de la cama.
Sin embargo, está ganando popularidad gracias a los iconos de Hollywood. Marilyn Monroe, en Niágara (1953), luego Elizabeth Taylor, en Gato sobre un tejado de zinc caliente (1958) y La Venus del visón (1960), hacen del camisón blanco un auténtico símbolo de sensualidad.
Como sigue siendo el símbolo de una feminidad muy cliché, el camisón es lógicamente desviado por una generación deseosa de romper los códigos. Cuando, durante los años 1990, Courtney Love y Madonna rompieron la imagen de la muñeca ingenua reapropiándose de su ropa interior de raso en el escenario, las nuevas modelos de moda Kate Moss y Cindy Crawford comenzaron a lucirla en la ciudad. La moda también se está apoderando de él: Jean Paul Gaultier, un antiguo maestro en el arte del top-down, o Chantal Thomass, que navega entre la lencería y el prêt-à-porter, lo desfilan en las pasarelas.
Veinte años más tarde, Phoebe Philo, en Céline, completó la introducción del camisón en el armario de día, liberándolo de toda afectación combinándolo con un par de botines. Desde entonces, el camisón no ha dejado de pisar el pavimento. Se calienta con un cárdigan, una gabardina o incluso una parka cuando se usa sobre la piel, y se moderniza cuando se combina con una camiseta inmaculada o sobre pantalones. Lejos de la ultrafeminidad que la hizo famosa, sin perder el atractivo.