Iuna marca china Shein se ha convertido en un gigante de la “moda rápida” en tan solo unos años. Nada parece resistirse a su ascenso. Pero detrás de las camisetas de 2 euros o de los vestidos de 9 euros se esconde un sistema operativo de rara violencia.
Según una encuesta de la ONG Public Eye, los trabajadores que producen para Shein -los trabajadores que vendrán de las provincias más pobres de China- trabajan doce horas al día, con solo un día libre al mes. La mayoría de las veces sin contrato de trabajo y sin seguro.
Un documental del canal británico Channel 4 nos llevó un poco más adentro del sistema Shein, en dos de las fábricas de la marca. En las imágenes filmadas con cámara oculta, descubrimos empleados exhaustos trabajando 18 horas al día.
Una investigación de Bloomberg, en la que un laboratorio alemán analizó la tela de Shein, revela que Shein usa algodón de la región uigur, una región donde al menos medio millón de uigures son detenidos y explotados para el cultivo de algodón.
Los precios bajísimos para el consumidor tienen por tanto un coste: este coste lo pagan los trabajadores del otro lado del mundo, es el gasto energético necesario para producir millones de prendas consideradas desechables, potencialmente tóxicas para la salud y los ecosistemas en los que se encuentran. ellos terminan
Símbolo de la impunidad empresarial
Estos precios ultrabajos también tienen un costo para las empresas francesas y europeas que están fermentando una tras otra contra el gigante Shein cuyos precios extremadamente bajos son efectivos en prácticas desleales. Estas prácticas desleales continúan a través de las mentiras permanentes de la empresa sobre sus promociones: son falsas y no cumplen con la legislación francesa.
Mentiras sobre ascensos, no respeto de los derechos sociales, condiciones de trabajo deletéreas, normas de seguridad precarias, ritmo infernal, exposición de las líneas de producción al trabajo forzoso, renovación de suministro a un ritmo frenético, estrategia de comunicación agresiva empujando frenéticamente al sobreconsumo, extorsión de datos personales, «spamming» en las redes sociales dirigido especialmente a los más jóvenes: Shein lleva al límite las lógicas más deletéreas del «fast fashion».
Shein es el símbolo más poderoso de la cultura de la impunidad que ha dominado durante mucho tiempo el comercio mundial: la empresa se esconde detrás de sus subcontratistas para descartar y no publica ninguna información sobre su cadena de suministro.
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